Hay que agradecer a los miserables el trabajo que nos ahorran al
retratarse. ( Ana Pérez Cañamares )
"Creo que somos como
una casa de huéspedes, donde muchos vienen a comer y a dormir, pasan la noche
sobre nuestro lecho y se calientan al fuego de nuestro hogar. A veces nos
encrespan los actos de nuestros invitados, quizá por injustos, quizá por
incorrectos, pero no debemos olvidar que algunos de ellos son extranjeros y
otros han perdido para siempre su verdadero hogar. Muchos nos agradan, pero de
muchos otros aceptamos simplemente las historias que tienen que contar o
callar. Y en la última hora, cuando la mesa ha sido ya recogida y los camastros
arreglados, cuando el ocaso despunta sus mieles sobre el fondo rojo del cielo,
salimos al umbral, nos despojamos de nuestra tristeza y vemos cómo los que se
van se funden con la línea del horizonte, dejan atrás el aroma de sus almas y sólo
nos queda, como último acto, como último bastión, el gesto que hace nuestra
mano en el aire despidiendo a los que huyen de sí mismos o buscan a alguien que
no existe. Y en ese gesto somos grandes, nos hacemos tremendamente bellos.
Ya suenan las campanas.
Ya ladran los perros. Es la hora de la despedida. Lentamente nos metemos en la
casa y cerramos las puertas y las ventanas. Apagamos las luces. No hay silencio
más profundo...
Y es que somos, en
esencia, tránsito de los otros".
David Lorenzo Magariño.
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